
Nuestras familias entre dos muros fronterizos
Autoría: Estefanía Arreguín Zárate
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Durante las últimas semanas la histórica tensión entre México y Estados Unidos, ha sido mediáticamente explotada en tal medida que es tema de conversación entre muchos. Podemos ver continuamente en las noticias tanto de Estados Unidos como las mexicanas, un gran tiempo dedicado a historias de deportaciones, o de personas migrantes en tránsito, así como declaraciones de Donald Trump o de la presidenta Claudia, prácticamente lo que vemos es una agenda muy marcada a monitorear las acciones migratorias en ambos países.
Sin embargo, la tensión real podemos verla al interior del país, pues estamos ya en el segundo mes del año y hay mucha incertidumbre respecto a qué va a pasar como consecuencia de los conflictos entre estos dos países. Hay nerviosismo sobre remesas, aranceles, y seguridad. Pero el tema es más complejo porque nos lleva a contemplar una nueva realidad, ¿Qué va a pasar si el número de repatriados a México aumenta?
Una sola respuesta no bastaría, pues las consecuencias serían múltiples. Y no únicamente desde el referente económico el cual tendrá un impacto profundo pues como sabemos, gran parte del ingreso PIB en México se define por las remesas que llegan desde Estados Unidos, y un fenómeno de repatriación en gran incremento, sería desastroso para la economía de familias migrantes que se sostienen de estos recursos. Y subsecuentemente para muchos de los comercios y servicios que también dependen de este ingreso económico.
Pero hay otro factor mucho más riesgoso, la reintegración de las personas. Se espera que en los siguientes meses podrían llegar miles de mexicanos que llevan muchos años, incluso décadas fuera del país. Su adaptación a la sociedad será sumamente compleja, pues no hay lazos estrechos, hay una desconexión sociocultural y principalmente familiar, pues, aunque se hayan mantenido en contacto con su familia, no ha habido convivencias, diálogos, tomas de decisiones y resolución de conflictos desde este lado de la frontera.
Si bien el gobierno está haciendo lo propio planteando programas de bienvenida como el “México te abraza”, la realidad es que son acciones emergentes que ayudarán a dar respuesta inmediata a aquellos repatriados que crucen por algunos de los puntos fronterizos, pero no serán una atención integral ni darán cuenta de las verdaderas necesidades y obstáculos a los que se irán enfrentando este grupo de personas.
Desde el desarrollo social, se tendrá que pensar en estrategias mucho más extensas, que impliquen a una gran diversidad de actores, de tal forma que se puedan prever áreas de atención que vayan más allá de la atención humanitaria, alimentos, acceso a salud, traslados, etc. Se debe pensar en proyectos que atiendan a la salud mental, a las relaciones familiares y la reintegración a las comunidades.
Nuestras familias entre dos muros fronterizos
Muchas de las personas que arriben a sus lugares de origen, vendrán cargados de mucha desesperanza, de incertidumbre y de pocas alternativas para desarrollarse cómo individuos. Hay que recordar que históricamente en México, los miembros de familias y de sociedades actuales, todavía cargan el estigma del forastero y del sueño americano que muchas veces se ha frustrado. Todo esto puede ser una suma de situaciones que van a permear en el desarrollo de la persona que esté de vuelta en México, enfrentándose a una seria de situaciones no previstas, que serían de mucho desgaste tanto económico como mental y social.
Algo similar sucede actualmente con aquellos mexicanos que aún están en la toma de decisión sobre regresar a México o seguir su vida en Estados Unidos, bajo la constante preocupación de no saber si serán deportados o tendrán ellos mismos que decidir salir del país.
No hay una claridad de cuál sea el camino más viable, pero en la actualidad varias organizaciones de la sociedad civil situadas en ciudades santuario como lo son Chicago o Nueva York, han dedicado muchos de sus esfuerzos a la planificación familiar en torno a posibles deportaciones. Si bien esto genera mucho más nerviosismo entre las familias, es un buen recurso para generar planes de contingencia, saber qué hacer, con qué recursos se cuentan o incluso quienes serán los datos de contacto y de emergencia en caso de una salida repentina.
Parece ser que, de nueva cuenta, se tendrán que pensar en esfuerzos colaborativos, que sean una base sensible y de cercanía para estas poblaciones que parecen flotar entre dos países, dos culturas e incluso hasta entre familias alternas.