En un mundo interconectado por los medios electrónicos, el dominio de varios idiomas no alcanza para analizar las múltiples formas de comunicar, pensar y actuar que hemos desarrollado los seres humanos. Mucho menos para hacernos conscientes del total de los hechos que ocurren a la velocidad con la que fluye la información o desinformación existente en la red.

De aquí la importancia de enseñar a los jóvenes a discernir y analizar casos que sean de relevancia para el debate público tanto en su país como en sus comunidades. De esta manera, invitarlos a pensar global y actuar local debería viralizarse como un acto natural y cotidiano que vaya más allá de un slogan o una tendencia.

En este sentido, la diplomacia digital es un arquetipo capaz de facilitar la comunicación internacional, pues se ha favorecido de herramientas y plataformas virtuales útiles para la práctica de la política exterior de diversos países. Por ejemplo, durante circunstancias de riesgo en tiempo real, los gobiernos han utilizado el alcance de las redes sociales para identificar y auxiliar a los connacionales que requieran apoyo consular, tal ha sido el caso de la pasada pandemia del COVID-19 en términos de salud, o bien, la ubicación y protección de ciudadanos durante algún conflicto bélico.

Lo anterior destaca la importancia de las redes sociales para emitir comunicados oficiales o solicitudes de cooperación urgente entre países en tiempos de contingencia. Pero también puede ser una herramienta que posibilite la promoción de actividades culturales o deportivas, la amistad entre países, o las felicitaciones por logros democráticos, científicos y tecnológicos, etcétera. En otras palabras, la diplomacia ha pasado de ser elitista y parsimoniosa a ser objeto inmediato del ojo y la participación pública.

Lamentablemente, la inmediatez de las redes sociales ha ocasionado que muchos usuarios se limiten a criticar de manera superficial o poco informada, aunque, en la mayoría de los casos, su participación se reduzca a la de observadores anónimos. Por lo cual, los modelos educativos deberían afrontar un reto que acredite a las redes sociales como uno de los albores de la pedagogía en la era digital para formar pensamiento crítico, sobre todo en los jóvenes. Lo que nos invita a cuestionarnos, ¿qué tanto hemos encausado su uso más allá de la ética en múltiples disciplinas? Quizá poco pensando en los diversos beneficios que pueden tener si se utilizan correctamente.

Dado este preámbulo, plantearé un análisis basado en la diplomacia en crisis ocurrida en la campaña #BringBackOurGirls, como una herramienta educativa para promover el pensamiento crítico en la era digital a partir de algunos principios básicos como: la localización de los elementos del análisis del discurso diplomático, los efectos de los elementos que pueden generar impacto y la identificación de las diferencias existentes entre la diplomacia tradicional y la digital.  

Planteamiento del caso:  #BringBackOurGirls

De acuerdo con France 24, “El 14 de abril de 2014 un grupo de al menos 276 niñas fue secuestrado por integrantes de la agrupación yihadista Boko Haram, en la población de Chibok, Nigeria” (2019, párr. 2). Esto hecho logró movilizar a cientos de activistas como Ibrahim M. Abdullahi (iniciador del hashtag en Twitter), Michelle Obama y Malala Yousafzai, entre otros, quienes se sumaron para viralizar la campaña #BringBackOurGirls como un medio diplomático de presión para que el gobierno de Nigeria rescatara a las más de 270 niñas secuestradas en 2014.  

Si bien, estos esfuerzos generaron movilización y conciencia, diez años después, “más de 90 niñas siguen desaparecidas” (Adegoke, 2024). Lo que implica, según la narrativa, un éxito o fracaso parcial que ha postularse desde el inicio de la campaña a partir de tres puntos elementales.

Primero, es necesario analizar el discurso a partir del inicio del conflicto partiendo de las siguientes preguntas, ¿qué originó el conflicto?, ¿cuál es o cuáles son las temáticas centrales en las redes?, ¿qué palabras clave utiliza la publicación original? Posteriormente, ¿cuáles utilizan las que más se viralizaron?, ¿cuál es el tipo de narrativa en los tweets? Y, por supuesto, ¿qué tipo de lenguaje se utiliza y con qué fin?  

En segunda instancia, se retoman los elementos que pueden generar impacto. Por ello, vale la pena responder, ¿cuál es la reacción de los actores indirectos? En este caso, puede ser la ciudadanía en general, la prensa e incluso otros actores políticos. Sucesivamente, ¿cuáles son las tendencias o los hashtags?, ¿cuál es el alcance numérico según la métrica de la red social? La precisión de los datos otorgados a partir de la resolución de estas preguntas será importante para reconocer la viralización del contenido y, en consecuencia, será una herramienta que permitirá tener buen rango de negociación.

En última instancia, debe realizarse la comparación de las estrategias propias de la diplomacia digital respecto a la diplomacia tradicional. Si esta última se define como “el intento de un actor internacional de gestionar el entorno internacional mediante el compromiso con otro actor internacional” (Cull, 2009, p. 56), es claro que su objetivo puede cumplirse a partir de una cumbre presencial de jefes de Estado tratando este tema en particular o algún otro que pueda clasificarse en un rango similar. Sin embargo, transformado en un caso de diplomacia digital, el foro se maximiza y, por lo tanto, no hay exclusividad de trato entre uno y otro actor internacional sin importar los rangos.  

Dicho esto, que en la campaña #BringBackOurGirls, la opinión pública incrementara a los actores internacionales mediante el uso de redes sociales estableció una relación multilateral ampliamente expuesta. Así, para abordar la fase final de este caso es necesario saber si los mensajes de Twitter se alinean con las posturas oficiales de cada gobierno. O bien, si las respuestas emitidas por el gobierno en esta red social se contradicen con los discursos en foros internacionales o con los actos públicos. La clave aquí es detectar cuál es la estrategia diplomática que utiliza el gobierno cuestionado. Sobre todo, para saber si a partir de que se ha expuesto el caso en las redes sociales, su estrategia ya no puede dejar de depender de la opinión pública virtual.  

Una vez identificados estos elementos mediante los tres niveles de análisis anteriores, el estudiante podrá exponer el caso de manera crítica. Lo que le permitirá formular una opinión argumentada, evaluar el tema con mayor precisión y llegar a una conclusión sólida que brinde nuevas ópticas al problema.

En conclusión, pese a su estigmatización como móvil del ocio y la desinformación, las redes sociales han transformado la diplomacia como una herramienta accesible y poderosa para la acción colectiva. Casos como el de #BringBackOurGirls, han demostrado que es posible generar presión internacional y conciencia sobre problemáticas globales. Sin embargo, las dudas quedan abiertas: ¿la movilización en redes sociales puede ofrecer un cambio real en la estructura de los Estados?, ¿puede ser este medio un mecanismo real para la consolidación de una empatía global?, ¿estamos ante una revolución del activismo o seguimos atrapados en su dimensión simbólica? Por ello, animo a los lectores, especialmente a los estudiantes, a seguir explorando y analizando más ejemplos de diplomacia digital y otros temas de relevancia, construyendo así un pensamiento crítico capaz de discernir entre la movilización efectiva y la efímera viralización.

Referencias 
Adegoke, Y. (2024). Qué fue de las 276 niñas secuestradas por Boko Haram hace una década. https://www.bbc.com/mundo/articles/c2e05772zl5o 
Cull, NJ. (2009). Diplomacia pública: consideraciones teóricas. Revista Mexicana de Política Exterior. No. 85 (marzo). pp. 55.92.
France24 (2019). "Bring back our girls", la lucha que exige el retorno de las niñas secuestradas por Boko Haram.

Publicado originalmente en e-consulta.