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Los docentes… Los polifacéticos

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La huella que dejan los profesores no siempre es inmediata: se guarda en la memoria de los alumnos como una chispa

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Entre estereotipos, desinformación y hasta desdenes se vive siendo docente. Ejercer la profesión de la docencia demanda más que conocimiento. Requiere, al menos: aptitudes, pero desde el sentido humano; talante, pero con prudencia; vocación de servicio, pero sobre todo resiliencia. Ser polifacético en sí. ¿Y por qué no? Luchadores sociales por la dignificación de la labor docente; a la cual, más que críticas, le faltan ópticas.  

Como docente no se desempeña un solo rol. En un semestre normal cuidas tu voz y expresiones, cual orador, actor o cantante para estar listo frente a grupo; también, agudizas tus habilidades de negociación para encarnarte en el papel del diplomático de la comunidad educativa; e incluso te transformas en curador de emociones, no como un psicólogo, sino como consejero, motivador y cultivador del autocuidado que ha desarrollado un sexto sentido: empatizar con la injusticia y, a la vez, con las falacias.  

En días más extremos, eres personal de servicios, prefecto, administrador, brigadista y hasta cocinero. Impartes clases con o sin salón e incluso durante alguna contingencia climática o de salud, buscas la manera de seguir ayudando. Por lo que te preparas académica y emocionalmente para tener listas tus clases en todos los contextos, desde los contenidos hasta las exhaustivas evaluaciones, casi siempre con la consigna de no cometer errores. Todo esto, normalmente fuera de horario y regularmente sin remuneración extra.  

A pesar de lo dicho, afuera, en la conversación común, se te reconoce más por algunos estereotipos: “el que trabaja medio turno y tiene vacaciones largas”, “el que da clases porque no pudo hacer otra cosa” o el tristemente célebre neologismo del “probresor”.  

¿Vacaciones largas? Poco se habla de las horas invisibles de planeación o de los docentes hora-clase de escuelas particulares que no cobran mientras no trabajan, mientras están de vacaciones. Se ignora que la docencia no termina cuando lo hacen las clases, porque, además, siempre se es docente. Como alguna vez me dijo una admirada persona: “uno es docente las 24 horas, los 7 días a la semana, los 365 días del año, porque la docencia, también es coherencia y el ejemplo se da en todo momento y, por lo tanto, en todos lados”.

¿El que no pudo hacer otra cosa y es “pobre”? Basta con ver el índice de desempleo de este país para comprender, sin romantizar, que la docencia es una oportunidad para poner al servicio, la integralidad y capacidad de una persona que, además de haber recibido una preparación profesional, se ha hecho capaz de sortear el desgaste emocional al escuchar historias de abandono o violencia, o demostrar su brillantez para no confundir su ser de escuela con su ser de hogar y recibir, según la Secretaría de Economía, un salario mensual promedio de “$8,500 trabajando alrededor de 27.5 horas a la semana” en estadísticas del primer trimestre de 2025 para la educación media y superior. Ese es el valor económico que el país otorga a quienes forman a sus futuros profesionistas

Y es verdad, no todo es inspirador. Es cierto que existen muchos casos de docentes con mejores salarios y prestaciones que no se comprometen como he descrito en este texto; así como también los hay en condiciones económicas e inspiración limitada, lo que los ha llenado de desgana, de gestos duros y poca disposición. Docentes a quienes su rutina los ha inclinado a querer solo dar su clase e irse, quizá a otra escuela, a también dar su clase y volver a partir. Por ellos, también es esta lucha, por la esperanza de hacerlos recobrar el ánimo y encaminarlos nuevamente o por primera vez hacia la vocación de ser para los demás.

Entonces, ser docente es sembrar horizontes y esperanza en quienes, a veces, no creen tenerlos. Una palabra de aliento puede redirigir un destino; un gesto de confianza puede despertar vocaciones dormidas. La huella que dejan los profesores no siempre es inmediata: se guarda en la memoria de los alumnos como una chispa que, meses o años después, ilumina decisiones que pueden tener un impacto relevante. Allí radica la grandeza de un oficio que, aunque a menudo invisibilizado, modela futuros de manera silenciosa. Y esto, también es de polifacéticos.  

Ser polifacético no es un lujo ni una cruz en la profesión, sino una necesidad capaz de cambiar la realidad. Esa realidad de la multiplicidad de papeles que desgastan, sí, pero que también engrandecen. Y no hay nada más humano que alguien que se descubre vulnerable, pero, al mismo tiempo, admirable por lograr sostenerse en medio de carencias, demandas y expectativas complejas. En esa paradoja habita la verdadera fuerza del docente: su capacidad de hacer pensar, de hacer sentir y de seguir siendo, a pesar de todo, un referente vital para el mundo.

Referencias

Secretaría de Economía. (2025). Acerca de profesores de nivel medio y superior. https://www.economia.gob.mx/datamexico/es/profile/occupation/profesores-de-nivel-medio-y-superior 

Publicado originalmente en Ambas Manos.
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Material gráfico
Misael Chirino Durán
Fotografía
Ramón Tecólt González

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