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La trampa de la autoexigencia: ¿motivación o autodestrucción?

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La autoexigencia es un acto con trampa; puede llevar a los jóvenes a sentirse insatisfechos y afectar gravemente su salud mental.

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En la actualidad, las juventudes enfrentan niveles de autoexigencia sin precedentes. El mundo hiperconectado, las expectativas sociales y familiares, y la constante comparación en redes sociales han generado una presión intensa sobre los jóvenes, que buscan alcanzar estándares de éxito difíciles de cumplir. Aunque la disciplina y la motivación son herramientas valiosas para el desarrollo personal y profesional, cuando la autoexigencia se convierte en un peso insostenible, puede afectar gravemente la salud mental.

La autoexigencia extrema en los jóvenes no surge de la nada. Hay múltiples factores que contribuyen a este fenómeno, entre ellos:

Redes sociales y comparación constante, ya que las plataformas digitales han creado un entorno donde se muestra lo mejor de cada persona, generando una percepción distorsionada de la realidad. La comparación con estilos de vida aparentemente perfectos puede llevar a una sensación de insuficiencia.

Expectativas académicas y laborales, cuando desde temprana edad, se inculca la idea de que el éxito depende del rendimiento académico y profesional. La presión por obtener calificaciones sobresalientes, elegir la carrera “correcta” y acceder a empleos bien remunerados genera estrés, ansiedad y, en algunos casos, depresión.  

Normas culturales y familiares, debido a que muchas familias transmiten la creencia de que solo a través del esfuerzo incesante se puede alcanzar el reconocimiento y la estabilidad. Frases como “tienes que ser el/la mejor” o “tienes que ser productivo/a” pueden internalizarse de manera rígida, haciendo que los jóvenes sientan culpa cuando descansan o no logran cumplir con las expectativas.

La sociedad actual valora el trabajo incesante y la multitarea como signos de éxito. Se romantiza la idea de dormir pocas horas, de estar siempre ocupados y de sacrificar el bienestar personal en favor de la productividad. Esto genera una sensación de que nunca se está haciendo lo suficiente.

El impacto en la salud mental
La autoexigencia desproporcionada puede tener graves consecuencias en la salud mental de los jóvenes. Algunos de los efectos más comunes incluyen:

1.    Ansiedad y estrés crónico: la presión constante por rendir al máximo genera un estado de alerta permanente, lo que puede derivar en ataques de ansiedad, insomnio y agotamiento físico y mental.

2.    Depresión y baja autoestima: cuando el esfuerzo no se traduce en resultados inmediatos, los jóvenes pueden desarrollar una visión negativa de sí mismos. La sensación de fracaso constante y la autocrítica severa pueden llevar a estados depresivos y a la pérdida de motivación.

3.    Síndrome del impostor: muchos jóvenes, a pesar de sus logros, sienten que no son lo suficientemente buenos y temen ser descubiertos como “fraudes”. Esto puede limitar su crecimiento profesional y personal, además de generar altos niveles de ansiedad.

4.    Desgaste emocional y burnout: la exigencia excesiva sin pausas para el descanso puede llevar al agotamiento emocional, afectando la capacidad de concentración, el rendimiento académico o laboral y las relaciones interpersonales.

Cómo fomentar una autoexigencia saludable
Para evitar que la autoexigencia se convierta en una carga perjudicial, es importante adoptar estrategias que permitan un equilibrio entre el esfuerzo y el bienestar emocional, por ejemplo, entender que el error y el fracaso son parte del aprendizaje y resignificarlos de manera que ayude a reducir la autocrítica destructiva.  

Asimismo, es importante establecer metas realistas, en lugar de aspirar a la perfección, fijando objetivos alcanzables y celebrando los pequeños logros. Dividir las metas en pasos más pequeños puede hacer que el camino sea menos abrumador.

Desconectarse de la comparación constante y limitar el tiempo en redes sociales también es importante, y nos ayuda a recordar que lo que se muestra en línea no es la realidad completa.  

Finalmente, priorizar el descanso y el autocuidado con hábitos como dormir bien, hacer ejercicio, tener tiempo de ocio y conectar con seres queridos. Estos aspectos son fundamentales para el bienestar emocional. Descansar no es perder el tiempo, sino una necesidad para el rendimiento y la salud mental.

Si bien la autoexigencia puede ser un motor de crecimiento, cuando se convierte en una carga abrumadora puede afectar gravemente la salud mental de los jóvenes. Es fundamental encontrar un equilibrio entre el esfuerzo y el autocuidado, promoviendo una cultura que valore tanto el logro como el bienestar emocional. Solo así se podrá construir una generación de jóvenes resilientes, motivados y, sobre todo, emocionalmente saludables.

Publicado originalmente en MTP Noticias.
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Material gráfico
Misael Chirino Durán
Fotografía
Ramón Tecólt González

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