
La velocidad de lo bello
Autoría: Melissa Isaaly Mendoza Bernabé
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El concepto de belleza tiene una gran historia que acompaña al desarrollo de la humanidad desde los avances tecnológicos y las diversas formas de organización social, mismas que han dado condiciones distintas que lo mueven, lo sitúan y sobre todo lo significan desde diferentes perspectivas, todas válidas. Esta estrecha relación entre la transición y su uso cotidiano, son lo que da vida a su capacidad dinámica que es la concordancia con el tiempo, ya que la belleza no cambia como palabra, pero si en sus funciones dentro del arte, de las relaciones de las personas y sobre todo como manera de reconocimiento y reflejo en la sociedad.
La amplitud o limitación de este concepto está relacionada con el pensamiento, el sentir de la humanidad y su capacidad de comunicación abstracta. Es decir, nuestro concepto de belleza individual refleja una historia particular de las experiencias que nos han permitido reconocerla, la cual está condicionada por el entorno. Es complicado, y a su vez enriquece que sea diversa, cambiante e interpretativa, ya que esto permite que todas las visiones construyan su propia manera de identificar lo bello. No obstante, en la época actual enfrentamos un problema mediático que selecciona, de manera consciente, los parámetros de belleza a partir del uso de medios y la velocidad a la que esta información se mueve. En otras palabras, la cultura visual contiene una narrativa limitada y sesgada que se renueva rápida y constantemente, la cual pocas veces abre espacios de reflexión.
La velocidad de lo bello
Los elementos que rodean a la belleza hacen que sea un concepto “gelatinoso”, que es sumamente complicado de consensuar para tener en común un enunciado que lo declare, y a pesar de todo lo reconocemos y apreciamos de manera innata. La belleza entonces es más que un concepto, ya que son las vivencias y las relaciones desde las cuales creamos sentidos para después poder expresarlo, compartirlo y apreciarlo.
Actualmente lo bello se ha relacionado con lo efímero, lo fácil, y quiero enfatizar que incluso con lo rápido. La vida, en realidad, no tiene una velocidad como tal, el tiempo transcurre igual para todos y todas, de hecho, es lo más democrático que tenemos, lo que es desigual son las condiciones en las que transcurrimos, lo cual cambia la percepción de la velocidad de este y de la que ya hablaba Einstein en su relatividad del tiempo. La sensación de cómo lo veloz o lo lento se involucran con experiencias, como en este caso de lo bello, es una de las vivencias que pueden ser potenciadoras de humanismo si se abordan desde una postura reflexiva o en dado caso, enfatizar las desigualdades y vulnerabilidades.
Más que un concepto
Koselleck (2023) nos explica cómo los conceptos profundos y humanos como el amor y la belleza, se ven involucrados en situaciones políticas y sociales que desde su propia área aventajan la semántica del concepto para el beneficio del discurso. Esto significa que una de las posturas más verdaderas para poder reconocer la belleza responde a una reflexión crítica de la realidad en relación con nosotros, lo cual podríamos decir que es una consciencia sensible. Imaginemos el potencial que esta capacidad de deconstruir conceptos basado en otros intereses sean la respuesta a los cuestionamientos humanos vigentes, generando vivencias y conceptos desde los cuales se edifican de manera horizontal y transversal todas las diversidades que enriquecen a la humanidad.
Esta responsabilidad es una demanda social que requiere de atención y acción, para que nuestros pensamientos y decisiones permitan que otras formas, otras maneras y sobre otras palabras sean las que acompañen a conceptos que nos humanizan y nos conectan con experiencias de consciencia como el ejemplo de lo bello.
Referencia: Koselleck, R (2023). Historia de conceptos: estudio sobre semántica y pragmática del lenguaje político y social. Trotta