Reconocer a las juventudes como agentes de cambio
Autoría: Mercedes Núñez Cuétara
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¿Cuántas veces hemos escuchado sobre la apatía de las juventudes? O frases relativas a los jóvenes como: “no les interesa”, “no saben”, “no les importa”, “son inmaduros/as”. Son frases que se repiten constantemente en el cotidiano y que alimenta parte del imaginario que diversas sociedades, no hablo exclusivamente de la mexicana, tienen sobre las y los jóvenes. Sin embargo, muchos momentos históricos que han implicado cambios en los paradigmas sociales; han sido promovidos, apoyados y liderados por personas catalogadas por su grupo etario como jóvenes.
A través de estas líneas, me gustaría reflexionar sobre lo erróneo y peligroso de estas frases e imaginarios. Dicha reflexión parte a raíz dos eventos muy concretos y recientes que viví con las y los estudiantes con los que convivo y que evidencian la fuerza movilizadora que emana de las juventudes en México y menospreciada por estas discursos o imaginarios descalificativos.
El primero de estos eventos ocurrió a inicios del mes de septiembre cuando saltó a los medios la noticia de un amplio grupo de jóvenes en la Ciudad de México que se estaban manifestando en contra de la reforma al poder judicial, a este primer grupo se le sumaron otras manifestaciones de jóvenes. A estas noticias le siguieron otras, en un tinte similar pero políticamente contrario, sobre grupos de jóvenes que se manifestaban en favor de la reforma. Estas movilizaciones de jóvenes acapararon los medios, sin embargo, las descalificaciones llegaron pronto bajo el supuesto de que los jóvenes “desconocen” o “son manipulables”. Estas descalificaciones contribuyeron a que la sociedad restara importancia al impulso que mostraron al salir a la calle y alzar la voz respecto a este tema.
El segundo evento fue hace apenas dos días, cuando en la universidad en la que trabajo se llevaron a cabo una serie de actividades para recordar y exigir “verdad y justicia” ante los hechos que ocurrieron hace 10 años en Iguala y donde 43 estudiantes de la Escuela Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa fueron desaparecidos. En estas actividades pude presenciar a estudiantes universitarios, de un contexto muy diferente al de los estudiantes desaparecidos hace 10 años, empatizando con los desaparecidos y exigiendo respuestas y no repetición.
Tuve la oportunidad de escuchar en clase y recuperar los sentires y pensares de varias y varios jóvenes respecto a estos dos eventos que generaron también movimientos al interior y a los alrededores de la universidad. Me hicieron saber que manifestarse en la esfera pública da miedo, que la presencia de medios de comunicación intimida y que para nadie es un secreto que alzar la voz te puede costar la vida. Sin embargo, en estos dos eventos la diferencia fue que se sintieron acompañados/as y eso les hizo sentirse fuertes y les ayudó a olvidarse un poquito del miedo.
Escuchando a las/os estudiantes pude constatar que infravalorar, descalificar e imprimirles miedo a las juventudes son estrategias para desmovilizarles, desactivarles y borrarles de la esfera pública. El problema de estas estrategias se agudiza cuando las juventudes lo creen y lo viven, porque así cerramos la puerta al cambio que viene de la mano de las nuevas generaciones. Para quienes acompañamos a las juventudes, es necesario ir cambiando el discurso sobre estas, reconociéndoles por lo que son y por lo que han sido históricamente: actores capaces de movilizarse y movilizar la realidad.