Cincuenta Años del Golpe de Estado Chileno: La longeva coalición pan-económica-militar
Autoría: Valeria Vera Aspinwall
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La conmemoración del golpe de estado chileno sostiene una significancia trascendente para la memoria universal, así como para nuestra propia auto imagen como sociedad. Con frecuencia el ejercicio de memoria lo enfocamos en el marco temporal del acontecimiento, sin embargo, los sucesos se proyectan paralelamente en dinámicas vigentes. Así, la supeditación del orden social ante la alianza entre el poder económico y el poder militar que llevó a Augusto Pinochet al mando no es insólita al neoconservadurismo incrustado en el seno de nuestra sociedad.
El sistema político chileno de la década de los setenta fue producto de una ideología inducida por la escuela emergente de los Chicago Boys. Esta escuela buscó crear un parachoque ante el “cáncer” marxista, y así la región latinoamericana se vio inmersa coercitivamente en la arena bipolar de la Guerra Fría.
Bajo la misma tónica, el adoctrinamiento chileno respaldado por Milton Friedman fue el anteproyecto para la política monetaria implementada en el régimen de Pinochet. El programa económico tenía focalizado sus límites y alcances dentro de Chile, manteniendo una observancia para la reducción de los márgenes de error en su implementación.
Por tanto, la asignación de las manos que implementarían dicho modelo era cuán sustancial como la preparación de la arena con condiciones favorables para la ejecución del mismo. De este modo, la figura de Pinochet y el panorama de crisis económica no fueron eventos aislados ni fortuitos.
El programa entregado a Pinochet, también conocido como El Ladrillo, es un reflejo del espíritu contrarrevolucionario emanado del temor a la vía que el expresidente Salvador Allende trazó, siendo esta una continuación del horizonte institucionalizado que Chile había forjado por más de cuarenta años.
El cúmulo de incertidumbres por los desplazamientos dentro del espectro de poderes del país provenía de los agentes pertenecientes a dos de los grupos preponderantes: el económico y el militar. Ambos edificaron un contrapeso considerable ante la disrupción del sistema, que hizo de la élite una mayoría.
En esencia, este elemento fue indispensable para la homologación del modelo neoliberal implementado en Chile y en diversos países de la periferia. La serie de crímenes de lesa humanidad no es olvidada ni independiente al triunfo del ejército liderado por Pinochet con el apoyo del capital financiero.
Bajo el manto del doloroso recuerdo del golpe de estado, es valiosa la evaluación de las prácticas que persisten hoy en día y que reproducen con nuevas formas la red de poder y coalición entre quienes orquestaron hace cincuenta años una dictadura en el Estado chileno.
Los grupos que ostentan el poder en Latinoamérica preservan el monopolio de evaluación del ejército, por tanto, que la institución sea ajena a la alternancia de poder es producto de un sesgo que discrimina las verdaderas demandas sociales. De manera que, una observancia de la longeva trayectoria de la institución militar es valiosa a resaltar, manteniendo en primer plano el principio pro persona seguido del mantenimiento del de balance de poderes.
Ahora bien, la emergente fuerza correspondiente a los participantes del establishment financiero ha demostrado tener la capacidad de influencia y movilidad en diversos subsistemas como el cultural, el económico, el político y el de participación. Antedicho, la plaga pecuniaria que ha forjado su alma manipuladora en múltiples economías a nivel sistémico sigue operando sin nombre ni nacionalidad a plena luz del día.
La paradoja planteada surge tras un compromiso con la historia que resalta las decadencias derivadas de la coalición pan-económica-militar.
Dicho compromiso nos invoca a mantener un recuerdo vivo del golpe de estado en Chile, el cual nos conecta con nuestra realidad aterrizada cincuenta años después de un orden dictatorial económico-militar; un orden que cualquier aspiración democrática ha de rechazar vehementemente.