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La disputa por los libros de texto

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La Dra. Itzel López Nájera, Coordinadora de Maestrías en Educación da su postura sobre la disputa de los libros de texto en el periódico digital E-consulta.

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La lógica de “inclusión-exclusión” permite comprender parte del debate que actualmente rodea a los libros de texto, en términos de cómo la identidad de los mismos se configura en función de la administración en turno, los contenidos que ingresan o no en sus páginas, los modos de la educabilidad a los que recurren, y la manera en que presentan u omiten ciertos acontecimientos históricos (particularmente en el libro de Multigrado, en “Nuestros saberes” de sexto grado, y en el libro para maestros de primero de secundaria).

Quisiera ahora remarcar otra dimensión de lo político que forma parte de esta discusión y que tiene que ver con la expresión antagónica de posturas en torno a los libros. El concepto de antagonismo nos permite comprender la pugna entre proyectos y enunciaciones: una identidad que niega a la otra por “bloquear” su plenitud. 

Esta dimensión antagónica se evidencia en distintas acciones y pronunciamientos que han llevado a cabo diferentes posturas en torno, no solo a la distribución y uso de los libros de texto, sino incluso, respecto a sus contenidos y la presunta ausencia de estrategias didácticas. La pugna se hizo mediáticamente evidente a unas semanas de que iniciara el curso escolar, de la mano de una iniciativa de change.org donde la investigadora Alma Maldonado enumera una serie de carencias que, a su parecer, se suman a las que había dejado previamente la pandemia. De entre ellas, las que me parecen más relevantes son 1) la organización de contenidos por disciplinas, y 2) el que “no todos los temas pueden ser profundizados y ejercitados a través de proyectos”. Remata posicionándose: “No estoy de acuerdo en la ideología que pretenden implantar en los niños mexicanos”.  

La estrategia que se sugiere en los nuevos libros, basada en proyectos, da cuenta de una mirada inter y transdisciplinaria que pretende hacerse significativa in situ, erosionando con ello la organización tradicional por disciplinas y el aprendizaje descontextualizado. “Perfectible” como mucho han revirado a sus detractores los impulsores, pero no por ello, necesariamente impertinente. La lógica del aprendizaje de las generaciones virtualizadas, buscadoras y generadoras de contenido, vulneradas y violentadas, de las identidades históricamente negadas y denostadas, demanda un ajuste a las formas y modos sedimentados de la educabilidad, para no caer en el riesgo de quedar a la zaga de los cambios epocales y las demandas de las subjetividades emergentes. Reactivar la discusión de las pedagogías posibles para el clima de época no resulta así, postergable.

Pero los dichos de Maldonado rematan con una postura significativa: el asunto de la “ideología en los libros”; cuestión que han secundado las miradas críticas como presentadores de noticias de tv abierta; asociaciones distintas de “padres” de familia (así, en masculino, aunque las principales cuidadoras sean mujeres/abuelas/hermanas/tías); figuras emblemáticas de la función pública como Gilberto Guevara Niebla; partidos políticos opositores; entre otros, que ha llevado a interponer amparos contra la distribución de los libros en Chihuahua y en Coahuila.

Algunas secciones de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) han planteado, desde su propia posición crítica, no necesariamente compatible con las de los sujetos previos, que “los dirigentes seccionales de la Coordinadora de Chiapas, Oaxaca, y Ciudad de México, confirmaron que los docentes no fueron consultados para la elaboración de los planes y programa de estudio, para el diseño de los libros de texto gratuitos”. Incluso, el representante de la sección 7 de Chiapas, Israel González Vázquez, señaló que se repitieron patrones de otros gobiernos, al excluir a los maestros en la construcción de los contenidos, y afirmó que son producto de una imposición: “Seguramente son materiales elaborados por los intelectuales de este gobierno, pero una cosa es tener un título de doctorado y posgrado, y otra es estar en el aula de los lugares más recónditos del país, donde los alumnos llegan descalzos y sin desayunar”. El “líder” de la Sección 9 de la Coordinadora, Pedro Hernández, solicitó al director de Materiales Educativos de la SEP, Marx Arriaga Navarro, “publicar los nombres de quienes participaron en las asambleas que se realizaron para la creación de los nuevos planes y programas de estudio… eso serviría para quitar ese velo de duda” aseguró.

Es evidente la dimensión antagónica en torno a la elaboración, contenidos y distribución de los nuevos libros de texto, misma que se manifiesta desde diversas posiciones en su pluralidad de matices. Una vez dicho esto, presento algunos puntos sobre la discusión que me parece impostergable:

1) Si bien hay diversos argumentos válidos en torno al proceso de elaboración y distribución de los libros (que tendrían que atenderse en aras de una discusión abierta y plural); el de la “ideología” disfraza un debate mucho más serio y profundo, que es, el del proyecto educativo de la administración en turno. Llamar “ideología” a enfoques teóricos que circulan en el ámbito académico desde hace décadas, como son las discusiones en torno a las identidades sexo-genéricas y la diversidad cultural, solo da cuenta de la carencia formativa de quienes así los denominan. 

2) Me parece un esencialismo afirmar que “por estar frente a grupo” ya se sabe qué debe hacerse en el aula, y que el saber de la experiencia escolar es el único válido para perfilar un proyecto educativo. Es un argumento debatible y crítico hacia la administración actual, que ha fincado la validez de su propuesta en estos términos. ¿Acaso olvidamos las lógicas violentas y las clientelas que se han generado al interior de estos espacios desde estas figuras?

3) Reactivar la discusión en torno a los modos y contenidos sedimentados de la educabilidad es pertinente e impostergable, y

4) Considero que buena parte de la disputa por los libros de texto es entre grupos históricos y entre posiciones políticas, no necesariamente remite a un debate pedagógico

Publicado originalmente en e-consulta.
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Material gráfico
Misael Chirino Durán
Fotografía
Ramón Tecólt González

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