Ser docente por encima del quehacer docente
Autoría: Tamara Paola Caballero Guichard
Comparte:
En el marco de la reciente celebración del Días del Maestro, quiero reflexionar sobre la importancia de ser docente más allá de simplemente ejercer la docencia. Para mí, ser docente significa mucho más que cumplir con una tarea; es una parte fundamental de mi identidad que trasciende las cuatro paredes del aula y se entrelaza con mi vida cotidiana.
A menudo, nos centramos en mejorar lo que hacemos en el aula sin considerar quiénes somos como docentes, cómo vivimos y qué nos hace únicos en nuestro rol.
La tradición pedagógica dominante tiende a cosificar y despersonalizar nuestra labor, reduciéndonos a simples ejecutores de instrucciones en lugar de reconocer la esencia de la enseñanza: el encuentro único y humano entre educador y educando.
Biesta (2016), en un texto muy iluminador sobre la docencia Devolver la enseñanza a la educación, señala acertadamente que al perder de vista estas dimensiones, también perdemos la esencia misma de la educación: la relación afectiva y relacional entre el maestro y el alumno. Es necesario retomar esta discusión y centrarnos en cultivar nuestra identidad docente para repensar nuestro rol en la sociedad actual, como parte de una profesión reflexiva e inminente humana.
En mi experiencia como docente y formadora, he aprendido que ser docente es una vocación profunda, que no se limita al aula; es una parte integral de quiénes somos en todo momento. Cuando nos permitimos interactuar con autenticidad, nuestras oportunidades de enseñar se enriquecen con posibilidades genuinas y contextualizadas.
Cultivar nuestra identidad docente también implica desarrollar un juicio profesional en nuestra práctica educativa, basado en nuestra experiencia, valores y conocimientos teóricos, empíricas y contextuales. Este juicio va más allá de seguir un protocolo; se fundamenta en nuestra comprensión profunda de quiénes somos y en qué creemos, y en nuestra relación con los demás.
En estos momentos, es fundamental reconocer que ser docente implica establecer relaciones humanas significativas y promover un ambiente educativo auténtico y enriquecedor, que parte desde reconocer que, así como los estudiantes, nosotros como docentes también como personas únicas y singulares con historias detrás y por encima de nuestro quehacer cotidiano.
Al priorizar el discurso sobre nuestra identidad como docentes y no solo concentrarnos en lo que hacemos, también permitimos que nuestros estudiantes se desarrollen plenamente desde su propio lugar de lectura del mundo. Contribuyamos juntos a rescatar la esencia de la educación como un proceso humano, relacional y transformador.