Vicios académicos y la responsabilidad ética en la adopción y uso de la tecnología en la universidad
Autoría: Tamara Paola Caballero Guichard
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En nuestro contexto, la corrupción se manifiesta en diversas formas y en diferentes situaciones, y el ámbito académico no es una excepción. Si bien tradicionalmente asociamos la corrupción con prácticas financieras ilícitas o sobornos en el sector público, es importante reconocer que existen vicios académicos que también minan la integridad de las prácticas educativas.
Dos de estos vicios, que han señalado algunos profesores en este inicio a clases, y que consideran se maximizaron partir de la pandemia son: el plagio y el uso inapropiado de la inteligencia artificial. Lo que plantea serias preocupaciones éticas en el entorno universitario, y ojo, este no es un artículo que niegue el valor de la integración de los avances informáticos en la universidad, sino es uno que cuestiona los usos que se le dan y sus riesgos.
El plagio, la apropiación indebida de las ideas y el trabajo intelectual de otros, es uno de los vicios académicos más evidentes, y podemos decir que no recientes que se observan en el ámbito universitario. En un mundo interconectado por la información digital, la tentación de copiar y pegar fragmentos de textos es más fuerte que nunca.
Los estudiantes que recurren al plagio no solo socavan el proceso de aprendizaje, sino que también erosionan la confianza en la evaluación justa y en la originalidad de sus propias contribuciones. Además, los docentes y académicos que dejan pasar esta práctica corren el riesgo de fomentar una cultura en la que la creatividad y el pensamiento crítico son suprimidos en favor de la pereza intelectual.
Combatir el plagio implica promover la educación sobre la honestidad académica, a su vez establecer políticas y por qué no, usar tecnologías a favor, que detecten y prevengan el plagio de manera efectiva.
Por otro lado, la rápida evolución de la tecnología ha introducido un nuevo dilema ético en la educación superior: el uso de la inteligencia artificial (IA) para producir trabajos académicos. Si bien la IA puede ser una herramienta poderosa para el análisis de datos y la automatización de tareas, su implementación incorrecta puede llevar al abuso y a la disminución de la calidad educativa.
El uso de generadores de texto impulsados por IA plantea cuestiones sobre la autoría real de los trabajos y la genuina comprensión de los temas por parte de los estudiantes. Si los trabajos son generados en su totalidad por una máquina, ¿dónde queda el proceso de aprendizaje y el esfuerzo intelectual que se espera de los estudiantes universitarios? En este sentido, es esencial establecer directrices claras sobre el uso ético de la IA en la educación y garantizar que su implementación mejore el proceso de aprendizaje en lugar de reemplazarlo.
Para abordar estos vicios académicos, es necesario un enfoque multidimensional. En primer lugar, la promoción de una cultura de integridad académica debe ser una prioridad, con énfasis en la importancia del pensamiento crítico, la originalidad y el esfuerzo personal, y la aceptación del error como vía de aprendizaje en la educación.
Así también, los docentes deben educar a los estudiantes sobre los riesgos y las consecuencias del plagio, así como sobre el uso responsable de la tecnología. Las instituciones también deben de promover el uso de herramientas tecnológicas que detecten el plagio y monitoreen el uso de la IA en la producción de trabajos académicos.
En última instancia, erradicar los vicios académicos y posibles formas de corrupción en la universidad requiere un compromiso conjunto de estudiantes, docentes y administradores. En este inicio de clases, me queda claro que indispensable promover y educar la responsabilidad ética en la adopción y uso de la tecnología. Lo que no implica tratar de privar a los estudiantes de estas herramientas, sino por el contrario abre la invitación a conocerlas, integrarlas y hacer un uso adecuado de ellas en las clases.